domingo, 10 de mayo de 2015

CRISTO DE LA SANGRE


Publicado en: JIMÉNEZ LÓPEZ DE EGUILETA, Javier E. y POMAR RODIL, Pablo J. (coord.): Limes Fidei. 750 años de cristianismo en Jerez, Diócesis de Asidonia-Jerez, Jerez de la Fra., 2014, pp. 244-245, ISBN 978-84-697-1928-2.



Iglesia de San Juan de los Caballeros de Jerez de la Frontera.
Anónimo genovés, mediados del siglo XVIII.

Carecemos de referencias documentales sobre la realización de esta singular imagen. Únicamente, podemos identificarlo con el crucificado sin nombre y de “tamaño natural” que figura en diferentes inventarios parroquiales de la segunda mitad del siglo XIX formando parte de los bienes muebles de San Juan de los Caballeros, y en concreto de su sacristía. En esa estancia se ha conservado hasta que hace muy pocos años ha sido colocado en diferentes altares de la iglesia y ha recibido su actual denominación.

Ha merecido la atención de los historiadores del arte sólo en fechas recientes. En este sentido, los primeros en llamar la atención sobre su interés fueron Pomar Rodil y Mariscal Rodríguez, quienes la situaron en el siglo XVIII y consideraron que su “particular composición barroca revela su adscripción a presupuestos estéticos ajenos a la producción andaluza”. Por nuestra parte, creemos que la opción más razonable es atribuirla a la escuela genovesa y, en concreto, a alguno de los escultores ligures que se afincan en Cádiz y su entorno durante el setecientos. Por ahora, nos resulta imposible concretar, si bien consideramos que su autor se halla en una línea muy cercana al artista también anónimo que talla el Cristo del Amor del convento de las Capuchinas de El Puerto de Santa María, obra que asimismo ha sido relacionada con la estética genovesa y que se ha fechado en torno a 1747-1750.

Representa a Cristo crucificado muerto. Se encuentra fijado mediante tres clavos a la cruz. Esta parece original y muestra una sección circular y una superficie levemente irregular con grandes llagas doradas. Al cuerpo se le ha imprimido tensión y dinamismo mediante el movimiento contrapuesto de cabeza y piernas, el retorcimiento del torso, la nerviosa musculatura de los brazos, la convulsión de las manos y la composición marcadamente asimétrica del sudario. De este modo, el paño de pureza aparece en la cadera derecha descubierto y anudado por cuerdas, también doradas, y pende de forma amplia y sinuosa hacia el lado contrario.

La posición inestable de Cristo en la cruz y la propia configuración de la cabeza parecen partir de modelos genoveses y, en particular, de los creados por el influyente escultor Antón María Maragliano (Génova, 1664-1739). Siguen estos esquemas el modelado del cuello, surcado por arrugas, y la detallada talla del cabello, acabado en ampulosos bucles. También es muy característica la expresión plácida del rostro que provoca un fuerte contraste con el dramatismo del cuerpo.

No obstante, en esta obra parece haber prevalecido una curiosa concepción expresionista sobre la refinada belleza de la que suelen hacer gala otros ejemplares del mismo círculo artístico. Esto es lo que da a esta imagen una connotación especial, que quizás pueda resultar chocante con el presumible origen italiano de su autor. En cualquier caso, es este expresionismo lo que lo coloca tan próximo al referido crucificado de las capuchinas portuenses, pieza igualmente de gran peculiaridad. Allí es la piel desgarrada, aquí un cuerpo retorcido pero el espíritu es muy semejante. A ello hay que unir, finalmente, pormenores comunes como la sangre en relieve o las estrechas afinidades de cabezas y pies.

FUENTES DOCUMENTALES Y BIBLIOGRÁFICAS:

AHDJF, Fondo Parroquial, Parroquia de San Juan de los Caballeros de Jerez de la Frontera, caja 30, Inventarios (años 1873-1889).

José Manuel Moreno Arana, “La impronta genovesa en la escultura jerezana de la segunda mitad del siglo XVIII”, Revista de Historia de Jerez, n° 16-17 (2014), p. 192.

Pablo Javier Pomar Rodil y Miguel Ángel Mariscal Rodríguez, Jerez. Guía artística y monumental, Madrid, Sílex, 2004, p. 64.

José Miguel Sánchez Peña, Escultura genovesa. Artífices del setecientos en Cádiz, Cádiz, 2006, pp. 190-191.



viernes, 1 de mayo de 2015

SAN MIGUEL ARCÁNGEL


Publicado en: JIMÉNEZ LÓPEZ DE EGUILETA, Javier E. y POMAR RODIL, Pablo J. (coord.): Limes Fidei. 750 años de cristianismo en Jerez, Diócesis de Asidonia-Jerez, Jerez de la Fra., 2014, pp. 194-195, ISBN 978-84-697-1928-2.



Iglesia de San Lucas de Jerez de la Frontera.
Atribuido al taller de José de Mendoza, 1731-1732.

Esta escultura coronaba el coro de la iglesia de San Lucas, desaparecido en la década de los sesenta del siglo pasado pero del que quedan importantes restos, hoy repartidos entre el propio San Lucas, San Mateo y el Palacio Bertemati, actual sede del Obispado de Asidonia-Jerez. La realización de este coro hay que contextualizarla en el marco de la restauración y reforma que sufre el interior de esta antigua parroquia entre 1714 y 1732. La mayor parte del mismo, incluyendo su sillería, se levantó en 1725, aunque sufrió algunos aditamentos en los años siguientes, como es el caso de los remates escultóricos en piedra que coronaban el conjunto, entre los cuales se encontraba la pieza que nos ocupa. De estos remates sabemos que aún estaban pendientes de hacer a fecha de 5 de diciembre de 1730, cuando el entonces maestro mayor del arzobispado de Sevilla, Diego Antonio Díaz, emite una declaración sobre el estado de las obras del templo. Es de suponer, por tanto, que las esculturas se hicieron en los meses siguientes. De hecho, tenemos la seguridad de que ya estaban concluidas el 4 de marzo de 1732, momento en el que Adrián Baptista, arquitecto encargado de dirigir la remodelación, informa que a iniciativa del cura de San Lucas, Juan González de Silva, se habían labrado quince remates en piedra martelilla para el exterior del coro con “doze estatuas de los Profetas, dos sibilas y en medio de ellas el Señor San Miguel, todas quinse escultura de cuerpo entero de tres cuartas de alto de la misma piedra martelilla”.

La documentación calla el nombre del autor de las estatuas, aunque el San Miguel ha sido catalogado por Pablo Javier Pomar Rodil como atribución a José de Mendoza. José Manuel Camacho de Mendoza (Jerez de la Fra., 1708 - Veracruz, México, h. 1782) era hijo del también escultor Francisco Camacho de Mendoza (Jerez de la Fra., 1680-1757). Se especializó en la talla de la piedra, material que también consta que empleó su padre en las esculturas del trascoro de la parroquia de Santa María de Arcos de la Frontera (1731). En este sentido, pensamos que la participación de padre e hijo en la decoración que experimenta la iglesia jerezana de San Lucas debió de ser intensa. Al aspecto formal que presentan diferentes detalles escultóricos plasmados en yeso, piedra y madera de esta ornamentación debemos añadir que las correspondientes cuentas, si bien son muy imprecisas, atestiguan una larga serie de pagos entre 1722 y 1729 por trabajos anteriores a un tal “Maestro Mendoza” que por las fechas bien podría identificarse con el propio Francisco Camacho. Por todo ello, no es descabellado encuadrar esta figura, junto a todo el conjunto pétreo del coro, dentro de la producción de la familia Camacho de Mendoza, pudiéndose comprobar notables afinidades con el trabajo que efectúa el taller de José de Mendoza en la fachada principal de la Catedral de Jerez (1737-1739). No obstante, no hay que obviar que dentro de la labor documentada de José de Mendoza en el primer templo jerezano se perciben varias manos, con diferencias de calidad y estilo, distinguiéndose junto a formas más claramente camachescas un cincel algo más torpe y sospechosamente cercano a la impronta de otro escultor del Jerez de la época, Diego Roldán (Sevilla, h. 1700 - Arcos de la Fra., 1766). Todo ello nos lleva a ser cautos en la catalogación de la pieza que estudiamos pues también es partícipe de esa cierta imprecisión estilística que parece caracterizar al obrador de José de Mendoza.

La figura representa al arcángel como general de las milicias angélicas venciendo a “la serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás” (Apocalipsis 12, 7-9). Como tal, aparece con yelmo emplumado, coraza y capa. Ha perdido parte del brazo derecho y de la mano izquierda y con ellos los atributos que portaba. Tal vez llevaría un escudo y una espada, en alusión a su lucha contra el Demonio, si bien no podemos descartar que apareciera con otros elementos como la balanza, en su condición de pesador de las almas de los difuntos. El apoteósico movimiento que imprimió su autor a esta obra supone una contrapartida a ciertas desproporciones y al sumario tratamiento anatómico que presenta. En este sentido, creemos que su composición podría partir libremente de representaciones de San Miguel creadas por Martin de Vos (Amberes, 1532-1603) y Hieronymus Wierix (Amberes, 1553-1619), como la ideada por el primero y plasmada en un grabado del segundo de 1584. De este modelo manierista se tomaría su esquema general caracterizado por un dinamismo muy afín al gusto barroco, como vemos en la diagonal que describen los brazos, el complejo revoleteo de la capa y del faldellín hacia su izquierda o la posición algo inestable de las piernas, con la derecha muy retrasada. Otros detalles similares son la postura del demonio y la terminación de su cuerpo en forma de serpiente o la colocación de pequeños mascarones adornando la coraza y las botas. La figura vencida del Diablo, retorcida, grotesca y doliente, contrasta con la representación triunfante del santo, su belleza andrógina y la expresión gozosa de su semblante. El rostro sigue muy de cerca el de la Inmaculada de la puerta principal de la Catedral de Jerez, con la que incluso coincide en el agitado y anguloso cincelado de los pliegues de los ropajes.



FUENTES DOCUMENTALES Y BIBLIOGRÁFICAS:

AHDJF, Fondo Hispalense, serie Jerez, caja 61, doc. nº. 41.
Fernando AROCA VICENTI, Arquitectura y urbanismo en el Jerez del siglo XVIII, Jerez de la Fra., Centro Universitario de Estudios Sociales, 2002.
José Manuel MORENO ARANA, “La escultura en el retablo jerezano del siglo XVIII: autores y obras”, Laboratorio de arte, nº 26 (2014), pp. 223-246.
Esperanza de los RÍOS MARTÍNEZ, “José de Mendoza, autor de las esculturas de la puerta mayor y colaterales de la catedral de Jerez de la Frontera (1737-1741)”, Archivo Español de Arte, nº 285 (1999), pp. 39-52.